viernes, 7 de enero de 2011

Un coño como una espuerta. Por Carmen Izquierdo

A los españoles nos encanta hablar de los genitales y meterlos en todas las conversaciones. ¿Será por aquello de «Dime de qué hablas y te diré de qué careces»? ¿Se trata sólo de un vicio o de una muletilla del lenguaje?

Corre por internet un escrito sobre las acepciones de la palabra «cojones», publicado hace tiempo en la prensa. Ya entonces se me ocurrió que la palabra «coño» no se queda atrás en sus numerosas acepciones, así que permítanme compartirlo con ustedes. Que lo disfruten.

Utilizado con el verbo tener, puede indicar pachorra o pereza: «Tiene un coño que se lo pisa»; con admiración la cosa cambia, ya que indica que aquella persona es valerosa: «¡Menudo coño tiene!». También hay que subrayar el valor recriminativo: «Ya tiene el coño bien negro para hacer ese tipo de cosas». Con otros verbos se utiliza para amenazar: «A esa le rompo el coño». O para pasar a la acción: «La arrastro del coño».

Hay que destacar su valor de complemento circunstancial de lugar en determinadas frases: «Vive en el quinto coño city» o «Vive en el quinto coño».

Los tiempos verbales cambian el significado: el presente indica molestia: «Me toca el coño tener que ir hasta allí». El modo reflexivo transmite cierta vagancia: «Se toca el coño»; el gerundio también subraya el vaguerío: «Se pasa el día tocándose el coño».

¿Y qué ocurre con los prefijos y sufijos? Pues que modulan su significado; por ejemplo, en- expresa dependencia hacia otra persona: «encoñado»; -azo indica hartazgo: «¡Vaya coñazo!»; pero si a la raíz coñ- le añadimos –ón, tenemos un adjetivo que expresa cachondeo: «Es muy coñón».

Las preposiciones aportan un matiz determinado a algunas expresiones: de indica calidad: «Me lo pasé de coña»; con expresa valor: «Salió adelante con un coño así de grande» o «Salió con el coño por delante»; hasta indica el límite de aguante: «Estoy hasta el coño de mi jefe»; por expresa voluntad de ejecutar una acción: «Por mi coño que esto lo hago».

La forma aporta significado, combinándola con el comparativo: «Hacía tanto frío que se me quedó el coño tieso» o «Tenía el coño más arrugado que un higo». Y no digamos el tamaño: «Tiene el coño más grande que una espuerta», aunque seguramente no hay coño más grande que el de la Bernarda.

La expresión «¡Coño!», que tanto le gustaba a Camilo José Cela, tiene un matiz de sorpresa o admiración. Cuando una se entera de alguna noticia sorprendente suelta aquello de «¡Tócate el coño!», pero si está cabreada y decide hacer su santa voluntad exclama: «¡Lo hago porque me sale del coño!».

En fin, que si la palabra «cojones» tiene cantidad de acepciones, «coño» no es para menos, muy a pesar de melindrosos, cursis, remilgados, mojigatos, casposillos, pejigueros, pepés (sí, con acento), detractores del castellano, sectores clericales, etc., que no utilizan este vocablo en público, pero que en privado se hartan de él y de ello.


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